Crujen los
suelos y el cielo se parte en dos, las personas lloran hasta el cansancio y me
veo vislumbrando luces de colores traslucidos en las penumbras, mi cuerpo esta
amarrado entre cadenas metálicas y frías que me atan de manos y pies, pienso en
la libertad y no se como soltarme.
Tengo miedo
de perderme o de encontrarme, parece todo un espejismo cruel que no se sabe si
es real o una simple fantasía inventada por mi mente. Camino un poco con la
mirada vacía y las cadenas que a duras penas me dejan moverme se escuchan como aullidos de lobo cuando rozan con la
dureza del suelo.
Trato de
mantener la calma porque no quiero perder la cordura pero se me hace casi
imposible y me siento cada vez más triste y aterrorizada, empiezo a entrar en pánico
y mi cuerpo se empieza a enfriar, creo que estoy perdiendo el conocimiento.
Sigo
caminando todavía está oscuro pero veo un destello inusual por la ranura de una
puerta, creo que es mi oportunidad y me trato de mover lo más rápido que puedo
pero mi captor se enteraría por el estridente ruido de las cadenas, entonces
pienso.
Me acerco
lentamente a la caldera encendida que esta al fondo de la habitación y tiro una
parte de la cadena en el fuego esperando que ceda al calor, lo logro desatarme
pero finjo que todavía la tengo por si regresa mi captor.
Logro
escaparme sigilosamente y me doy cuenta que no había nadie y que nunca lo hubo,
que solamente era yo que me había atado sola con cada pena, con cada
lagrima y con cada beso de amor fingido
con el que a veces soñé y me ilusiono.
Ya no creo
en nada más que en mí, en mi libertad, en mi realidad loca y tan rara que que crea sentidos tergiversados
de lo que soy de lo que veo y de lo que doy.